Para tratar de comprender qué es estrés, ansiedad y depresión, es necesario tener una idea básica de cómo funciona nuestro sistema nervioso y cómo actúa en la respuesta al estrés; esto nos ayudará a comprender con más claridad nuestros problemas de salud psicológica. El sistema nervioso humano es muy complejo, funciona de manera similar a una red telefónica, el conmutador principal es el cerebro, con cables telefónicos (nervios) que recorren toda la columna vertebral estableciendo conexiones con cada órgano y sistema corporal. El sistema nervioso se comunica con el cuerpo de dos maneras: vía químicos llamados hormonas y vía impulsos eléctricos que viajan a una velocidad de 130 metros por segundo. 

El sistema nervioso se divide en dos partes:

  1. El Sistema Nervioso Central que consiste del cerebro y de la médula espinal.
  2. El Sistema Nervioso Periférico

El sistema nervioso periférico se divide a su vez en el Sistema Nervioso Autónomo que es la porción en la que estamos particularmente interesados con respecto al estrés, ansiedad, depresión y sus problemas asociados.

El Sistema Nervioso Autónomo

La función del sistema nervioso autónomo es controlar todas las funciones automáticas del cuerpo como respirar, el pulso cardiaco, la digestión, el sistema endocrino (hormonal), etc. El sistema nervioso autónomo tiene dos divisiones:

  1. El Sistema Nervioso Simpático que inicia la respuesta al estrés.
  2. El Sistema Nervioso Parasimpático que induce la respuesta de relajación.

Los órganos y sistemas corporales están abastecidos por nervios conectados a los sistemas nerviosos simpático y parasimpático los cuales pueden acelerarlos o desacelerarlos a través de hormonas e impulsos eléctricos dependiendo de la situación. En situaciones normales, se mantiene un equilibrio entre el sistema nervioso simpático y parasimpático, pero en una situación de estrés crónico de largo plazo este equilibrio se puede romper y uno de los dos sistemas nerviosos, el simpático o el parasimpático puede predominar sobre el otro teniendo como resultado problemas de salud relacionadas con el estrés.

La respuesta de lucha o huida (“fight or flight”)

Cuando percibimos una amenaza o factor de estrés real o imaginario, el cerebro inicia la respuesta al estrés desencadenando una serie de reacciones químicas que preparan al cuerpo para la lucha o para la huida. Esta reacción es un mecanismo vital y saludable de defensa que provoca la liberación de hormonas que afectan a cada órgano y sistema corporal. El hipotálamo, que es un grupo de tejidos en el cerebro, que luego estimula a la glándula pituitaria en el cerebro y que ésta a su vez estimula a las glándulas adrenales que se encuentran arriba de cada riñón para liberar sus hormonas del estrés. La respuesta al estrés es el equivalente biológico de un supercargador en un motor. Las hormonas de respuesta al estrés ocasionan varios cambios bioquímicos y fisiológicos que, en el corto plazo, son vitales y saludables, pero si el factor estresante es crónico, entonces estas hormonas del estrés pueden empezar a perjudicar nuestra salud. Nuestra respuesta al estrés debería ponerse en acción durante un momento solamente. Si esta respuesta se prolonga de manera indefinida, las hormonas del estrés aceleran la coagulación y elevan los niveles de colesterol aumentando así el riesgo de muchas enfermedades tales como enfermedades cardiacas, accidente vascular cerebral y angina de pecho. A la larga, las hormonas del estrés también debilitan el sistema inmunológico, haciéndonos más vulnerables a las infecciones. El aumento de la presión arterial es otro efecto de largo plazo de la acción de estas hormonas del estrés lo cual aumenta el riesgo de un accidente vascular cerebral, infarto de miocardio y enfermedad renal. Músculos tensos crónicos como resultado de la respuesta al estrés pueden ocasionar dolor en el cuello y la espalda, por ejemplo. El exceso de cortisol en la sangre interfiere con el humor aumentando la cantidad de neurotransmisores llamados serotonina. El desequilibrio en los niveles de serotonina puede ser un factor causal de depresión clínica y ansiedad así como estar asociado al insomnio, obesidad y mayor sensibilidad al dolor. Afortunadamente, el cuerpo tiene un sistema de compensación que desconecta la respuesta al estrés y libera sustancias químicas que reducen la coagulación sanguínea, también reducen las grasas en sangre, bajan la presión arterial y la frecuencia cardiaca y respiratoria.

Neurotransmisores

El cerebro humano pesa alrededor de cuatro kilos, y son cuatro kilos del más refinado software sobre la tierra. Es tan refinado que hace parecer, en comparación, a una supercomputadora ultramoderna con un ábaco. En el libro “The Healing Brain”, el Dr. Roberto Ornstein argumenta que deberíamos ver al cerebro humano no solamente como un órgano de pensamiento racional sino también como una glándula. El cerebro no sirve solamente como un órgano para pensar, se trata también de una compleja fábrica de químicos, que produce muchas hormonas potentes llamadas neurotransmisores los cuales tienen efectos poderosos en nuestra salud fisiológica y psicológica. Algunos neurotransmisores del cerebro tienen efectos antidepresivos y ansiolíticos y regulan el apetito. Las investigaciones indican que el equilibrio de los neurotransmisores afectan todo desde el dormir, despertar, amar, estrés, enojo, optimismo, pesimismo, comportamiento riesgoso, agresión, abuso de fármacos, abuso de alcohol, violencia, ansiedad, apetito, etc. Los neurotransmisores son hormonas muy poderosas que secreta el cerebro y el sistema nervioso y tienen un efecto poderoso en nuestra salud física y psicológica. Hasta el momento se han detectado más de 60 diferentes neurotransmisores y aún hay más por descubrir. Estos químicos tales como la serotonina, adrenalina, noradrenalina, endorfinas, dopamina, encefalina, etc., tienen una influencia importante en nuestro estado de ánimo y en cierto grado en la forma en que pensamos. Las investigaciones han demostrado que nuestros pensamientos pueden tener influencia en estos neurotransmisores. La serotonina, por ejemplo, se intercambia de manera positiva por factores tales como una dieta saludable, risa, ejercicio, sin embargo, el estrés crónico puede disminuir los niveles de serotonina. Aquí entonces podemos ver como factores biológicos y psicológicos en el trabajo pueden influir, entre muchas otras cosas, en nuestro estado de ánimo.

Influencias psicológicas

Las investigaciones en cerebros de pacientes escaneados con Tomografía por Emisión de Positrones indican que el tipo de pensamientos que tenemos tienen influencia en el equilibrio de los químicos cerebrales, de manera que al aprender a pensar de manera más positiva y realista podemos influir en la química cerebral de manera positiva, pero otros factores tales como una infancia sin apoyo y sin amor puede influir también en la química y fisiología del cerebro de tal forma que nos hace menos capaces de soportar el estrés en la edad adulta. Si nuestros pensamientos son predominantemente negativos, nuestros cerebros secretan químicos que pueden minar nuestra salud psicológica y fisiológica, mientras que si tenemos pensamientos positivos podemos promover la secreción de químicos que fomenten nuestra salud física y psicológica. También es importante que estemos conscientes que no somos copias exactas al carbón unos de otros, existen diferencias bioquímicas y fisiológicas sutiles que influyen parcialmente en cómo reaccionamos frente al estrés. Por ejemplo, el sistema nervioso de cada persona puede reaccionar de manera bastante diferente frente a cualquier estímulo o situación. El sistema nervioso de algunas personas es más sensible que el de otras, puede reaccionar con mayor facilidad frente a una situación de estrés, y así mismo le puede tomar más tiempo entrar en fase de relajación. También puede haber diferencias en la cantidad de hormonas del estrés que secretamos como respuesta frente a una situación de estrés. Gente que tiene mayor tendencia hacia lo que se conoce como Personalidad Tipo A reaccionan con mayor facilidad al estrés y puede producir hasta cuarenta veces más cortisol (hormona del estrés), pueden producir cuatro veces más adrenalina (otra hormona del estrés), y también pueden bombear tres veces más sangre a los músculos que la gente más relajada con Personalidad Tipo B. Sin embargo, esto no significa que la gente Tipo A biológicamente más reactiva no tiene nada que hacer para reducir su estrés. Las investigaciones llevadas a cabo en personalidades Tipo A quienes han sufrido un infarto, mostraron que cuando se les enseñaban técnicas para control del estrés podrían reducir dramáticamente el riesgo de sufrir un segundo infarto en comparación con personalidades Tipo A a quienes no se les enseñaban técnicas para control del estrés.

Influencia biológica

Nuestros genes también pueden tener influencia en nuestra bioquímica cerebral al igual que la cafeína, el alcohol, dieta, el ejercicio y el estrés. Estos factores en conjunto pueden tener un impacto positivo o negativo en nuestra química del cerebro y hacernos más vulnerables para desarrollar estrés, ansiedad, depresión, insomnio, etc.

Los Neurotransmisores y un comportamiento arriesgado

La depresión y ansiedad, síndrome premenstrual, fobia social, agresión, trastorno compulsivo obsesivo, trastorno de estrés post traumático, violencia, abuso de juego, alimentación compulsiva, exceso de sexo y el abuso de fármacos, todo esto está parcialmente relacionado con bajos niveles de neurotransmisores entre otros factores. Algunos creen que aquellos que participan en estos comportamientos arriesgados lo hacen porque así lo desean, pero a pesar de que esto es en parte correcto, la verdadera razón se debe a que estimulan neurotransmisores que tienen influencia sobre el humor y de los cuales pueden tener deficiencia, como la serotonina. Se ha descubierto que cuando, por ejemplo, se estimula la segregación de serotonina en un alcohólico, éste pierde el deseo de tomar en exceso. Así es como actúan los fármacos antidepresivos como Prozac, éstos aumentan los niveles de serotonina y con ello cambia el estado de ánimo y reduce los síntomas de la depresión.


Referencias

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  2. McCance K.L. (1998) Pathophysiology, The Biological Basis for Disease in Adults and Children, 3rd Ed. Mosby.
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  6. Peterson C (1996) The Psychology of Abnormality, Harcourt Brace.
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  9. Woolpert L (1999) Malignant Sadness, The Anatomy of Depression, Faber and Faber.